El Encuentro Perdido.



01:10 am. Escribí adiós. Exagero. Dijimos  buenas noches. Buenas noches tú, buenas noches yo. El beso de despedida. Mua. El te quiero. La distancia que nos quedaba ardiendo en la boca, en la saliva, en la cama. El fuego del cuerpo ausente, presente. Las promesas no dichas, pero ya existentes, allí, presentes también. Un collage de cuerpo, almas, espacio, objetos decorativos que mis ojos distinguen a oscuras en mi habitación, anhelos, sueños. Tú y yo, así nomás. Nombres apellidos, sueños, más sueños. Anhelos, más anhelos. La puerta abierta estaba, y por allí salían sentimientos, iban a tomar aire al pasillo cuando me los gastaba de tanto sentirlos, y volvían a acostarse conmigo en mi cama. Sentimientos encontrados en el ambiente. Viajaban los tuyos y los míos los recibían. Algarabía. Y cayendo en cascada sobre mí cuerpo. Transitorio terreno: mi cuerpo. “Mi cuerpo” suena tan falso. Ahora que lo recuerdo parece haber sido el cuerpo de alguien más. Cerré los ojos. Ojos cerrados. Ojos en off. Ojos que no querían cerrarse y que obedecían órdenes, las mías. La frenética situación confusa de dormir al cuerpo cuando el alma quiere jugar a seguir amando. El sueño se avecinaba. En el trance de llegar al sueño apareciste. Te vi, nos vimos, unísona presencia. Verbo ser en acción pura. Momento flash. Ojos abiertos. Sueño trance finalizado. Corazón palpita; no te salgas corazón. No fue un sueño, no llegué a dormir del todo. Estaba despierta, estaba dormida. Cerrar los ojos de nuevo. El corazón palpitaba fuerte, más. Tun, tun, tun, tun. Basta. Manos temblando, y en medio de ellas las tuyas. Se sentía bien. Girar el cuerpo de izquierda a derecha, de derecha volver a la izquierda y acomodarse nuevamente para dormir. ¿Dormir?, ¿acaso dije dormir? Se sentía la presencia única de él, sí, la tuya. Ojos cerrados todo el tiempo, el encuentro de almas ocurría, transcurría. Casi dormida, otra vez, el corazón acelerado. Te ibas, tu ausencia pesaba. Te ibas y la desesperación en el pecho. Ojos abrir, miedo absoluto apoderándose. Apretar teclado de celular para que la luz sea alumbrando. Ojos vagando, desenfocados. Descifrar en el momento, imposible. Descifrar lo indescifrable. Describir lo indescriptible. Percibir lo imperceptible. Eso. No entender nada y entenderlo todo. Las antenas telecomunicadoras del espíritu cayendo. El cuerpo lo sintió, el cuerpo anunciando lejanía. Mirar pantalla de teléfono celular para volver en mí. Volvía en mí. Calma. Ojos cerrar. Cómo cuesta dormir cuando se ama de verdad, pensé. De nuevo cuerpo girado hacia la pared, lado izquierdo. Pensar en ti significa traerte a mí, otra vez, por default. No planeado. No planificado. No estratégico. Normal, natural. Como la vida, ocurre. Allí estaba tu alma recostada a mi izquierda. Empezó a colarse en mí. Nos unimos. Nos unimos sin planear. No en sexo, no en cuerpo. Nos unimos en alma. Comunión. Uno solo. Solo uno sin brazos, sin piernas, sin ojos ni boca ni piel. No cabello. No nada. Estábamos. Simplemente el verbo estar en ejecución plena. Cuando tienes al verbo estar en acción, entonces te fijas que simplemente eres. Dos verbos en uno. Dos verbos que comunican a la misma acción. Dos verbos y una sola acción. Personas convertidas en verbo. Los nombres decorativos que nos fueron dados al nacer, como identidad, son verbos. Tú y yo. Tú más Yo. Dos que suman uno. Dos pronombres sin interés de llamarse sino de conjugarse. Verbo. Acción. No dormía, no vigilaba. Nirvana. No medio punto sino punto medio. Allí, ni muy allá ni muy acá. En el centro del tiempo y el espacio. Un lugar sin nombre, sin ubicación. La consciencia de estar allí despertó el miedo. Huías entonces del lugar de nuestro encuentro que no era mi cuerpo pero tampoco estaba fuera de éste. Yo abandonaba el cuerpo para continuarte. El traje de piel que llevo usando ahora mismo, me quedaba grande. Me desprendía yo del atuendo, lo sentía flojo. Liberación repentina, momentánea. Fui consciente de aquello y el miedo me inundó nuevamente. Dosis doble de miedo. Terror. Seguía en marcha el deshacerme de mi cuerpo, y no lo había planeado. Segundos. Uno, dos, máximo tres. Como en los sueños, todo en corto tiempo y que resulta eterno. Ya no estabas más, ni siquiera cerca de mi presencia. Nada. Y yo que seguía levantándome lentamente del cuerpo humano. Cuerpo humano. Material. Ese que me recubre y permite habitar en este tiempo y espacio llamado vida. Mover las manos, los pies, la cabeza para traerme de vuelta. Funcionó. Funcionó pero seguía diez milímetros más lejos de mi cuerpo. Podía moverlo, dominarlo con mis pensamientos aún podía. Podía dominarlo aún pero mi alma ya no estaba colocada perfectamente sobre el molde. Ahora la diferencia era palpable. Mover la mano rápidamente. Alcanzar el teléfono celular para poder ver, ver y focalizar la mirada. Regresar como necesidad a mí, a lo que me han dicho que soy yo. Mi templo. Mi cuerpo. Dónde habito. Necesitaba regresar totalmente a la vida que casi estaba huída. La mano derecha no encontraba el celular. Desesperación en el  cuerpo, aún podía sentir. Era consciente de que al menos estaba allí todavía, conectada al cuerpo de alguna forma aunque me sintiera fuera de éste. Estaba. Pero estaba y no estaba. Sí y no. Sí pero no. Lo tuve entre mis manos. Encontré el bendito celular. Teclas pulsar. Ojos miran pantalla. Es tan extraño. El primer pensamiento al ver la luz: Tú. Tú que dormías allá en dónde estabas esa noche, anoche. Empezaba a volver en mí. La distancia entre mi cuerpo y yo ya se sentía de 5 milímetros. Era un avance al menos. Manos frías. Reviso tu último mensaje. Te pienso. Te escribo. Necesitaba contarte y decirte que estuviste conmigo mientras dormías. Decirte que casi me voy para alcanzarte allá, en tu cama. No. Para qué contar algo que no puedo siquiera describir bien en ese momento. Sentada. El cuerpo se compactó de nuevo con el alma. Cero milímetros de distancia. Estacionada por completo en mi cuerpo, mi casa. El templo. Siento temor de volver a la experiencia ocurrida. Sentí miedo que, de experiencia, se convierta otra vez en experimentación. Acomodar el cuerpo hacia la izquierda de nuevo. Googlear cualquier idiotez para leer y quedarme dormida de cansancio. Era mejor no pensar más. No sabía si había interferido en tus sueños. Tampoco quería volver a intentar escapar de mi cuerpo. Era hora de dormir. 2:08 am. El silencio de la noche me acosaba. Hablaba. Decía que intentaría irme otra vez. Traté de huir de mí y no pude. Abrir cajón con mano derecha. Sacar iPod. Kashmir. Yellow. Caer en el vacío del sueño. Aquí estoy.





Minda

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